Desde el amanecer de Chile como nación, la soberanía ha sido el fuego que ha forjado nuestra emancipación. A lo largo de la historia, nuestro pueblo ha sido protagonista de avances gloriosos y retrocesos dolorosos en su lucha por la libertad. Fue en las sombras de la dominación del imperio español que los revolucionarios de la primera independencia —José Miguel Carrera, Manuel Rodríguez, Juan Martínez de Rozas, Bernardo O’Higgins— se levantaron como gigantes, desafiando al imperio y trazando el camino hacia una nueva identidad nacional. Con sus desacuerdos y alianzas, cimentaron las bases de una patria independiente.
Manuel Balmaceda, en una nueva era, se alzó contra las oligarquías y los intereses imperiales de Gran Bretaña, defendiendo con valentía el sueño de una nación soberana. Más adelante, Luis Emilio Recabarren encendió la chispa de la conciencia obrera, organizando a la clase trabajadora bajo un proyecto transformador y anticapitalista, que soñaba con una patria justa para todos.
El clímax de esta batalla por la soberanía llegó con Salvador Allende. Sus políticas de nacionalización del cobre y los recursos naturales, su visión de una industrialización que liberaría a Chile de las cadenas coloniales, desataron la furia del imperialismo estadounidense. El golpe de Estado, apoyado brutalmente por el imperio, buscó frenar la marcha de un pueblo hacia su verdadero destino: la plena autodeterminación.
Hoy, en pleno siglo XXI, enfrentamos una nueva encrucijada. El neoliberalismo globalizado, un imperialismo decadente que se aferra a la hegemonía perdida, intensifica sus guerras híbridas y sus embates bélicos para mantener a América Latina, su otrora «patio trasero», bajo su yugo. La contradicción fundamental de nuestro tiempo es Soberanía versus globalismo neoliberal. Los pueblos y gobiernos de nuestra región se encuentran ante una disyuntiva histórica: resistir o capitular.
En este contexto, la soberanía se ve amenazada no solo por las fuerzas del mercado, sino también por los intereses transnacionales del capitalismo financiero, que buscan borrar fronteras y someter a los Estados. La imposición de políticas de austeridad, la privatización de servicios públicos, el saqueo de nuestros recursos estratégicos y el neofascismo son los nuevos rostros de esta lucha. Ante esto, la soberanía no es solo un concepto, es la clave de nuestra supervivencia y dignidad.
Hoy Chile es una simple factoría colonial. Tenemos políticos, jueces, funcionarios de gobierno y militares enriquecidos, corruptos y vende patria al servicio del capital globalista neoliberal. El Pueblo, los sectores sociales y populares, la clase trabajadora, la pequeña y mediana industria y comerciantes, deben construir un nuevo horizonte y futuro para Chile. En esta tarea no está exento el pueblo uniformado, también es necesario recurrir a la reserva moral de las FFAA y Carabineros, que nos permita construir una alternativa cuyo eje sea la unidad del Pueblo Cívico-Militar-Policial para Chile.
Hoy, las fuerzas soberanistas resuenan en todo el planeta, y Chile no es la excepción. Nos encontramos en un momento crucial para organizar este movimiento político patriota y emancipador, que debe enfocarse en la reconquista de nuestra soberanía, nuestros recursos naturales, y en la creación de un proyecto de industrialización que devuelva la dignidad a Chile.
La historia nos llama una vez más, y es nuestro deber responder con determinación. Solo un pueblo unido y consciente podrá reconquistar su soberanía y trazar el camino hacia un futuro de justicia y libertad.
Las demandas por las cuales luchamos: