Jorge Gálvez (Coordinador Nacional del Mov. Soberanistas)
En estos momentos hay una feroz confrontación en el bloque burgués a nivel internacional, entre los globalistas liberales (Soros y otros) y los globalistas «nacionalistas» (Trump). Soros fue prácticamente expulsado de los EE.UU., se ha atrincherado en Europa, y busca retomar América Latina. Nuestro continente está en disputa entre los globalistas.
Soros y su red de fundaciones Open Society Foundations, Human Rights Watch y Amnistía Internacional, junto con sus aliados alemanes como la Fundación Friedrich Ebert y la Fundación Heinrich Böll, han tomado la decisión de destinar cientos de millones de dólares a América Latina para financiar ONGs, fundaciones, sindicatos y partidos «progresistas» identitarios Woke, con el fin de recuperar el terreno perdido.
No toda protesta y movilización contra el imperialismo de Trump vendrá desde el movimiento popular, sino también desde estas vertientes pro Soros. En las últimas y masivas protestas en Argentina también está la mano de Soros. El desafío es cómo construir una estrategia sin subordinarnos al itinerario del progresismo identitario Woke, es decir, del globalismo liberal. Se vestirán de ropaje antiimperialista, pero responden al proyecto estratégico, alicaído por ahora, del liberalismo globalista.
Los golpes a la USAID de parte del gobierno de Trump son parte de esta guerra contra los globalistas liberales. En este escenario de guerra las fuerzas populares y soberanistas deben buscar alianzas estratégicas a nivel de América Latina. Un aliado esencial para los pueblos es el proceso bolivariano de Venezuela del presidente Nicolás Maduro, que actúa como eje aglutinador de un proyecto emancipador regional, junto a Nicaragua, Cuba, Honduras y la futura Bolivia de Evo Morales. A nivel planetario, son los BRICS, principalmente Rusia, Irán y China, los que representan una alternativa al globalismo neoliberal.
Bachelet y el Frente Amplio: la opción de Soros
Ante la debacle del gobierno de Gabriel Boric y del Frente Amplio, las alertas se encienden en torno a Bachelet como la continuidad del actual gobierno pro-globalismo imperialista.
Sin embargo, Michelle Bachelet es la opción de Soros para Chile. Durante sus dos gobiernos de Bachelet se consolidó a Chile como un laboratorio del globalismo neoliberal, alineándose con las directrices de las fundaciones y organismos financiados por George Soros. Su gestión no solo profundizó la subordinación del país al imperialismo estadounidense y a la Unión Europea, sino que también favoreció la penetración de agendas que buscan debilitar la soberanía nacional y consolidar el dominio de las corporaciones transnacionales sobre el destino de Chile.
George Soros, a través de Open Society Foundations, ha sido un actor clave en la promoción de agendas globalistas en América Latina. Bajo el gobierno de Bachelet, su influencia se materializó a través del financiamiento de ONGs, medios de comunicación y organismos que impulsaban reformas políticas y sociales favorables a sus intereses.
Se promocionaron «sociedades abiertas» en desmedro del fortalecimiento del Estado-nación, a través del respaldo a legislaciones y tratados internacionales que limitaron la capacidad de Chile para tomar decisiones soberanas en materia económica y migratoria.
Bachelet, como Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, consolidó su alineación con la narrativa de Soros, atacando gobiernos soberanistas como el de Venezuela y Nicaragua, mientras guardaba silencio ante las violaciones de derechos humanos en países aliados a EE.UU. Durante su mandato, organizaciones financiadas por Soros, como el Centro de Estudios de la Justicia de las Américas (CEJA), recibieron apoyo estatal.
Desde sus inicios en la política, Bachelet ha sido una figura promovida por el Departamento de Estado de EE.UU. Su participación en la Escuela de las Américas y su cercanía con administraciones de Washington consolidaron su papel como agente de los intereses imperialistas en Chile.
La figura de Michelle Bachelet no representa una opción progresista ni popular para Chile, sino un engranaje más en la maquinaria globalista que busca someter a los pueblos a los intereses del capital financiero internacional. Su gestión en la ONU, su alineamiento con los tratados de libre comercio, su apoyo a la migración masiva descontrolada y su colaboración con ONGs financiadas por Soros demuestran que su rol ha sido el de garantizar la continuidad del modelo neoliberal imperialista en Chile.
La izquierda soberanista y popular debe levantarse como alternativa de poder
En un contexto de creciente injerencia del globalismo neoliberal en América Latina, resulta imprescindible la construcción de una izquierda clasista y soberana que se distancie radicalmente del itinerario impuesto por los poderes financieros transnacionales. Ni Trump ni Soros representan una alternativa viable para la región, sino que ambas corrientes responden a intereses hegemónicos que buscan someter a los pueblos a dinámicas de explotación y dependencia. Frente a esto, la única vía emancipadora es una fuerza independentista y soberanista que rompa con todas las ataduras del imperialismo y reivindique el derecho de los pueblos a su autodeterminación.
Para materializar este proyecto, es fundamental estructurar un programa político basado en demandas universales que trasciendan la atomización identitaria promovida por el progresismo neoliberal. La izquierda soberanista y clasista, junto con el genuino nacionalismo popular y revolucionario, debe articular una agenda autónoma, cimentada en la defensa de los intereses nacionales y el bienestar del pueblo trabajador. Esto implica impulsar un proceso de reindustrialización que recupere la capacidad productiva del país, la nacionalización de todos los recursos naturales estratégicos, la recuperación de la soberanía monetaria a través de la nacionalización del Banco Central, la anulación de todos los tratados internacionales que atenten contra la autonomía económica y política de Chile y que devuelva el poder negociador a la Clase Trabajadora.
Asimismo, es imprescindible fortalecer la seguridad nacional mediante el resguardo de las fronteras y la erradicación de las estructuras criminales que operan como herramientas del imperialismo para la balcanización de los Estados-Nación. Las bandas narco-criminales, utilizadas como instrumentos de desestabilización por parte de las potencias hegemónicas, deben ser combatidas con una estrategia integral que combine políticas de seguridad con un modelo de desarrollo económico que elimine las condiciones que favorecen su proliferación.
La construcción de un proyecto soberanista y popular exige una visión estratégica de mediano y largo plazo, que rechace las soluciones coyunturales basadas en la lógica del «mal menor». La izquierda debe asumir el desafío histórico de no traicionar las expectativas del pueblo y de consolidar un proyecto político de emancipación nacional, cimentado en la justicia social, la independencia económica y la autodeterminación de los pueblos. Solo así será posible construir un Chile libre, soberano y verdaderamente democrático.