por Jorge Gálvez (Coordinador Nacional de Soberanistas)
El próximo 10 de enero marcará un hito de trascendencia geopolítica: el presidente obrero Nicolás Maduro asumirá un nuevo periodo al frente de la República Bolivariana de Venezuela. Este evento, lejos de ser un simple trámite político, ha desatado una ofensiva desesperada por parte de los Estados Unidos bajo la administración saliente de Joe Biden, de Europa y de las derechas latinoamericanas. Sin embargo, esta maniobra no tiene posibilidades reales de éxito. El intento de impedir la ratificación de Maduro en la presidencia es, en esencia, una lucha condenada al fracaso.
Lo que resulta significativo es que la ultraderecha globalista ha elevado la importancia de esta fecha, reconociéndola como un hecho de carácter planetario y geopolítico. A pesar de ser una batalla perdida de antemano, la atención internacional que han generado subraya la relevancia de la continuidad del proyecto bolivariano en el escenario mundial. La cohesión de la revolución bolivariana y de sus dirigentes alcanza niveles enormes. Su capacidad política, social y militar está en su punto más alto, mientras que el momento económico que atraviesa Venezuela refuerza el apoyo popular y el sentido común en torno a la agenda bolivariana.
La agenda promovida por Edmundo González en América Latina se ha revelado como un ejemplo de liderazgo débil y desgastado. Su figura, marcada por la falta de convicción y una evidente fragilidad tanto física como política, ha quedado al descubierto en sus torpes intentos de confrontar a Nicolás Maduro. Esta debilidad, lejos de erosionar la figura del presidente venezolano y de su pueblo, ha puesto de manifiesto la solidez de su liderazgo y la cohesión del proyecto bolivariano.
En este contexto, la ofensiva comunicacional desplegada por los medios oficiales y las redes sociales, dirigidas por algoritmos que responden a los intereses de los globalistas, se enfrenta a la cruda realidad: en la política, como en lo militar, lo que define los desenlaces es la correlación de fuerzas en el terreno. Y en el caso venezolano, la disposición de lucha de todo un pueblo, comprometido con un proyecto estratégico, es irrefutable. La capacidad de resistencia y la firmeza de la Revolución Bolivariana constituyen una muralla infranqueable para quienes intentan desestabilizarla.
Paradójicamente, la ultraderecha ha logrado que todo el mundo hable del 10 de enero. Este nivel de expectativa, que incluso permea entre la gente común, en mi propio barrio escuche gritar en plena feria a un hombre común y corriente que decía “¿que pasará el 10?”, de esta manera, han convertido esta fecha en un punto de inflexión político de enorme gravedad. El desenlace de esta confrontación será observado por centenas de millones de personas en América Latina y el mundo, y, sin lugar a dudas, consolidará el liderazgo de Nicolás Maduro y fortalecerá la Revolución Bolivariana.
La torpeza imperial está destinada a conducir a una derrota contundente. Este episodio se convertirá en un ejemplo emblemático de resistencia popular y liderazgo para América Latina y el mundo. Venezuela, con su pueblo y su presidente, continuará siendo una luz de esperanza y un modelo de lucha soberana frente a las agresiones del imperialismo globalista.
El fascismo esta derrotado…Maduro es y será Presidente..así lo ha decidido el Pueblo!
Hasta atrás Nicolás !!!!
Patria o Muerte!!!,
VENCEREMOS !!!