por Jorge Gálvez (Coordinador Nacional del Mov. Soberanistas de Chile)
Ningún hecho en la Venezuela Bolivariana y revolucionaria es un simple hecho, pero lo que ocurrirá el 10 de enero es un hecho tectónico, un momento de inflexión de repercusiones planetarias para los Pueblos. Así también lo entienden los globalistas imperialistas y afilan sus agresiones y amenazas.
Desde aquel 2 de febrero de 1999, cuando el Comandante Hugo Chávez asumió la presidencia de Venezuela, se inició un proceso sin precedentes en la región, comparable únicamente con las luchas de los libertadores contra el imperio español. La Revolución Bolivariana ha sido desde entonces un motor de transformación no solo para Venezuela, sino para toda América Latina, al enfrentarse al sistema unipolar dominado por el imperialismo estadounidense y al ofrecer un camino alternativo basado en la autodeterminación de los pueblos y la integración regional.
La toma de posesión del presidente obrero Nicolás Maduro no será solo un acto protocolar de continuidad en el liderazgo de la Revolución Bolivariana. Este evento marca una reafirmación del proyecto soberano y antiimperialista que ha desafiado las dinámicas del orden mundial unipolar dominado por Estados Unidos y sus aliados. En la configuración actual del mundo, donde la lucha por la multilateralidad define el curso de la geopolítica global, Venezuela emerge como un pilar fundamental en la batalla por la autodeterminación de los pueblos, la vía venezolana es una construcción estratégica de inserción regional en un sistema internacional, en la cual debe existir una gravitante participación del del Sur Global.
Hoy no basta solo la solidaridad con Venezuela, sino que debemos revindicar bajo nuestras condiciones nacionales el proyecto emancipador de La revolución Bolivariana. Venezuela representa un proyecto regional indispensable para la inserción de América latina en el mundo multipolar que se configura. Venezuela es el muro a las pretensiones coloniales de los EEUU, en el marco de las actuales contradicciones geopolíticas, América Latina se juega su futuro en el destino de Venezuela.
Desde su inicio, la Revolución Bolivariana ha sido un faro para las fuerzas de izquierda y antiimperialistas de América Latina y el mundo. Primero bajo la conducción del comandante Hugo Chávez y ahora por el presidente obrero Nicolás Maduro, Venezuela no solo ha resistido las agresiones económicas, políticas y mediáticas orquestadas desde Washington, sino que también ha promovido la integración regional y la consolidación de espacios de cooperación como ALBA-TCP, CELAC y Petrocaribe entre otras. Estos organismos han desafiado el hegemonismo estadounidense y han ofrecido alternativas concretas a las imposiciones neoliberales de organismos como el FMI y el Banco Mundial.
El 10 de enero, la toma de posesión de Nicolás Maduro tiene un significado que trasciende las fronteras venezolanas. En un contexto global donde nuevas potencias emergen como China y Rusia junto a los BRICS, es donde las alianzas del Sur Global adquieren mayor protagonismo, Venezuela representa una vanguardia de resistencia frente al intervencionismo y las políticas coercitivas de las potencias occidentales. La continuidad de la Revolución Bolivariana refuerza no solo la lucha de los pueblos de América Latina por su soberanía, sino también la resistencia de países en Asia, África y el Medio Oriente que enfrentan amenazas similares.
En este sentido, la Revolución Bolivariana no es solo una lucha nacional; es una causa global que encarna la esperanza de un mundo multilateral, donde el respeto a la soberanía y la cooperación solidaria prevalezcan sobre las políticas de dominación y saqueo. La toma de posesión de Nicolás Maduro simboliza la vigencia de este proyecto emancipador y envía un mensaje claro: pese a las sanciones, el bloqueo económico y las agresiones mediáticas, Venezuela sigue en pie como un baluarte de dignidad y resistencia.
En la medida en que Venezuela continúa ocupando un lugar central en la geopolítica mundial, se convierte en un ejemplo para otros países que buscan emanciparse de las garras del imperialismo. La Revolución Bolivariana reafirma que es posible construir alternativas al modelo hegemónico y que la resistencia puede abrir caminos hacia un mundo más justo y equilibrado. Por ello, lo que ocurrirá en Venezuela el 10 de enero no será un simple acto administrativo, sino un hecho tectónico, un punto de inflexión con repercusiones que influirán en los destinos de América Latina y del mundo entero.