Por Jorge Gálvez (Coordinador Nacional de Soberanistas)
El fascismo y el neofascismo en la actualidad siguen siendo medios que ocupa el capital financiero, de las corporaciones transnacionales globalistas. Sin embargo ahora no apuntan a fortalecer un “Estado fuerte” como el fascismo del siglo XX, sino al contrario buscan atomizar y balcanizar el papel del Estado, subordinándolo a las directrices del globalismo neoliberal.
En este propósito de balcanización de los Estados el globalismo neoliberal tambien cuenta con otras estrategias complementarias, la irradiación del progresismo Woke en el mundo occidental, que generan las condiciones culturales, sociales y políticas para la balcanización del Estado y territorial de los países. En este marco no hay diferencia en la política internacional aplicada por Milei de Argentina y Gabriel Boric de Chile en su política antinacional, hay plena coincidencia en el apoyo al régimen neofascista de Ucrania y Zelenski, su alineación a los EEUU en la política agresiva contra Venezuela, Nicaragua y Cuba en el continente Americano.
Antifascismo del Siglo XXI
El antifascismo contemporáneo, a diferencia del antifascismo del siglo XX, se define por un enfoque mucho más específico y dirigido a la lucha de clases, el antiimperialismo y el anticapitalismo. En el siglo pasado, el antifascismo era esencialmente una alianza amplia y transversal, donde las clases trabajadoras, las burguesías nacionales, los intelectuales, y diferentes fuerzas políticas convergían para enfrentar una amenaza común: el fascismo, que buscaba suprimir todo tipo de democracia incluso la burguesa y expandir su control ideológico y territorial. Esto se manifestaba en los Frentes Populares, como en España y Francia, que agrupaban desde partidos comunistas hasta sectores liberales y socialistas moderados, unidos en defensa de la democracia contra un enemigo común.
En cambio, el antifascismo actual está marcado por nuevas realidades y características. A continuación, se detallo algunas diferencias clave y ejemplos que resaltan estos aspectos:
- Antifascismo de clase y rechazo al capital financiero: Hoy, el antifascismo ya no es interclasista ni aglutina a sectores tan diversos. Se ha transformado en un movimiento de la clase trabajadora y sectores populares, que reconocen al capitalismo financiero global como un motor detrás de las ideologías neofascistas. Denuncia las políticas económicas neoliberales y el abuso de poder corporativo, también lucha contra el auge de ideologías neofascistas que ven como una herramienta del capital para dividir y oprimir a las clases bajas.
- Antifascismo antimperialista y anticapitalista: En lugar de concentrarse exclusivamente en las amenazas internas, como el fascismo nacionalista del siglo XX, el antifascismo actual ve en el imperialismo y las corporaciones transnacionales a los principales patrocinadores de los regímenes y partidos de ultraderecha, que promueven agendas neoliberales y represivas en beneficio de la élite financiera. Ejemplo: los movimientos de resistencia en América Latina, como los que apoyan a Venezuela o Nicaragua, que se oponen tanto a la injerencia imperialista como a las fuerzas de derecha alineadas con intereses extranjeros.
- Antifascismo vinculado a la defensa de la soberanía nacional: En el siglo XX, el fascismo promovía un nacionalismo agresivo. Hoy, en muchos casos, los movimientos neofascistas están alineados con agendas supranacionales, apoyadas por intereses de corporaciones y de instituciones financieras internacionales. Los sectores antifascistas critican no solo a la ultraderecha local, sino también a la influencia de organismos financieros internacionales que buscan imponer políticas de austeridad y neoliberalismo que terminan beneficiando a pocos y empobreciendo a las mayorías.
El antifascismo contemporáneo se mueve en un contexto globalizado, donde se reconoce al capital financiero y al poder corporativo transnacional como fuerzas detrás de las tendencias neofascistas. Esto ha transformado el carácter de la resistencia, hoy dirigido a la justicia social, la soberanía nacional, y la defensa de las clases populares.
Argentina de Milei: Neofascismo y Neoliberalismo en Convergencia
En Argentina, la figura de Javier Milei ha ganado popularidad promoviendo una agenda que, aunque se presenta como «liberal» o «libertaria», revela elementos de un neofascismo vinculado al neoliberalismo global. Milei plantea una visión radicalmente privatizadora del Estado, proponiendo la eliminación de ministerios, la dolarización de la economía y una reducción de la intervención estatal en servicios básicos. Al proponer desmantelar la protección social y liberalizar el mercado a favor del capital financiero, Milei expone una tendencia neofascista: somete al Estado al servicio de intereses económicos transnacionales y del capital especulativo, debilitando el papel de las instituciones públicas en favor de una elite financiera.
Esta postura coincide con el globalismo neoliberal en su afán de desregular, fragmentar el Estado y abrir el país a políticas extranjeras sin considerar las necesidades locales. De esta manera, el «nacionalismo» que promueve Milei no es soberano ni antiimperialista, sino una fachada para facilitar la dominación de fuerzas financieras externas, promoviendo así un modelo que erosiona la autodeterminación del país y pone en riesgo a las clases populares.
Ucrania de Zelenski: Neofascismo y Alineación con el Imperialismo Occidental
En Ucrania, la presidencia de Volodymyr Zelensky ha sido marcada por una creciente dependencia de Estados Unidos y la OTAN, y por su adopción de políticas que han polarizado aún más al país, debilitando su estructura interna. Aunque Zelensky se proyecta como un líder democrático agredido por Rusia, su gobierno ha permitido el surgimiento de grupos nazistas y ha implementado políticas represivas contra la disidencia, silenciando medios de comunicación y persiguiendo a voces opositoras e impidiendo las elecciones presidenciales.
El contexto de Ucrania, impulsado por la retórica occidental y la inyección de apoyo militar y económico de los EEUU, Unión Europea y la OTAN, convierte al país en un bastión estratégico de Occidente contra Rusia. Este modelo se asemeja al neofascismo actual al anteponer la agenda neoliberal globalista y la militarización sobre la cohesión nacional y la soberanía, facilitando la intervención extranjera. De esta manera, Ucrania se convierte en un terreno subordinado a los intereses geopolíticos y financieros de potencias extranjeras, alineándose con una agenda globalista que usa al Estado ucraniano como un vehículo para avanzar en el conflicto y las dinámicas de poder en la región.
El Sionismo en Israel: Neofascismo y Expansión Territorial
En Israel, el sionismo contemporáneo ha tomado formas que reflejan una agenda neofascista a través de políticas de ocupación y apartheid. Bajo un enfoque de supremacía y segregación, el Estado israelí implementa políticas expansionistas y represivas contra los palestinos, en nombre de un «nacionalismo» que no responde a una soberanía nacional auténtica sino a una estrategia de consolidación territorial alineada con el apoyo estadounidense y occidental. Este modelo refleja los intereses del capital global al mantener a Israel como un aliado estratégico en una región de importancia geopolítica y económica.
La alianza de Israel con Estados Unidos y su alineación con las directrices neoliberales permiten que el país actúe como un enclave militar y financiero en Medio Oriente. La represión hacia la población palestina, apoyada por potencias extranjeras, favorece la fragmentación y desestabilización regional, debilitando a los Estados vecinos e impidiendo la formación de bloques autónomos. El sionismo en Israel, por lo tanto, se presenta como una forma de neofascismo adaptado al globalismo neoliberal, que se vale de la militarización y la expansión territorial para servir a los intereses de capitales y corporaciones globales.
Similitudes y Propósitos del Neofascismo en el Marco del Globalismo Neoliberal
Estas experiencias de neofascismo en Argentina, Ucrania e Israel comparten una serie de características y objetivos alineados con el proyecto de globalismo neoliberal:
- Subordinación del Estado: En cada caso, el Estado es un instrumento subordinado a los intereses de capitales transnacionales. En Argentina, Ucrania e Israel, los gobiernos permiten que fuerzas extranjeras definan políticas clave que desestabilizan y fragmentan la cohesión interna.
- Alianza con el Capital Financiero Global: Los tres gobiernos se alinean con las agendas neoliberales que benefician a elites corporativas y financieras. Milei promueve una economía desregulada; Zelensky se alinea con la OTAN y el capital occidental, y el sionismo en Israel sostiene una economía altamente militarizada y subsidiada por potencias extranjeras.
- Represión de la Disidencia y Control Social: La persecución de voces opositoras o de sectores populares que defienden una soberanía real es otra característica compartida. Tanto Milei como Zelensky e Israel implementan políticas que deslegitiman o reprimen cualquier crítica que interfiera con sus agendas, el genocidio siempre es una opción para sostener el poder.
- Justificación del Autoritarismo en Nombre de la “Libertad”: Aunque estas políticas presentan una apariencia de libertad, esta “libertad” solo se extiende al mercado y al capital financiero, mientras que limita las libertades y derechos de la población, alineando al país con los intereses de un sistema global que prioriza las ganancias sobre la justicia social.